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Cachetada a nuestra historia.

Hemos asisitido a un espectáculo de la escuela uruguaya, una de sus variadas versiones, pero interpretada por los actores de la selección peruana. La realidad es que ni los mas optimistas vislumbraban un buen resultado, pero ese pensamiento es una obviedad que nace de nuestros ultimos rendimientos (y aquella estadística que marca 43 años sin ganarle a Colombia en Lima).



Lo realmente impactante fue el desarrollo, las formas, la capacidad de imponernos física y tácticamente frente a la extremada calidad que poseía el conjunto cafetero. El primer tiempo fue una catedra de como saltar a la presión ni bien intente girar el primer mediocampista de ruptura, Perú no permitió que los mediocampistas del contrincante se pusieran de cara al arco, pegó por arriba y abajo, achicó los espacios y sobretodo estuvo extremadamente atento a los intentos de desborde por la zona de Lucho Diaz.


Ahora bien, eso NO es Perú. Independientemente de si hoy se ganaba, empataba o perdía, lo único garantizado era que la selección inca le faltaría el respeto a su historia, sus raices, tradiciones y costumbres.


Y así fue, Perú terminó haciendo un partido más que aceptable, pero con la identidad de otros. Una identidad que no nos sienta bien, no nos llena y la sentimos siempre AJENA. Una verdad odiosa con la que convivimos desde que firmó el señor Fossati.


Es cierto que la ilusión no faltó, pues el país latió con aquel gol de Callens al minuto 68', pero todo arbol que nace torcido nunca se endereza. El gol de cabeza que marcó Diaz para emparejar el encuentro a los 82' no fue más que el resultado de una segunda parte donde Perú se negó a tocar la pelota y juntar pases, NADA es coincidencia.


Finalmente, la selección peruana terminó pidiendo la hora y con las lenguas al aire, haciendo figura a su arquero y concediendo un tiro de Richard Rios completamente solo para sentenciar al minuto 93, jugada que gracias al espiritu santo no acabó en el K.O final al equipo peruano.


En resumen: volvimos a 'pelear' un partido y renunciar a jugarlo. El resultado, gracias a Dios, no es malo si consideras la situación de ambos paises, pero la verguenza de ver a un combinado nacional tan mezquino y ajeno a su historia e identidad futbolística no nos la quita nadie. Serán largos años hasta ver la luz.

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